Las mujeres bolivianas crearon sus propias organizaciones, en algunos casos con ligazón partidaria. Estas organizaciones respondieron a demandas específicas del momento y, en otros, a reivindicaciones más amplias. Entre ellas, se pueden citar a los Comités de Amas de Casa, la Unión de Mujeres de Bolivia (UMBO), la Federación Democrática de Mujeres de Bolivia (FEDEMBOL), la Asociación Departamental de Mujeres Campesinas de Oruro (ADEMCO) y la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia – Bartolina Sisa (FNMCB-BS).
Los Comités de Amas de Casa, formados en los distritos mineros desde 1961, fueron un instrumento crucial en la lucha por preservar las condiciones socioeconómicas de las familias. Posteriormente, su accionar derivó en reivindicaciones políticas, la lucha por los derechos humanos y el derecho al trabajo. Uno de los más conocidos es el de Siglo XX, del que formaron parte destacadas dirigentes como Domitila Barrios de Chungara, Aurora Villarroel de Lora, Luzmila de Pimentel, Angélica de Flores y Nelly de Paniagua.
Estas mujeres asumieron un rol decisivo en las protestas contra las represiones, detenciones, despidos y en la búsqueda del retorno a la democracia en el país. Una de sus actas expresa brevemente sus reivindicaciones y las diferencias con otras organizaciones de mujeres conformadas por las iglesias. La lucha de las Amas de Casa de Siglo XX era por: “mejores condiciones de vida en los hogares obreros, desconoce toda otra agrupación de mujeres, especialmente la organizada por los padres oblatos, que no pasa de ser un Club de Señoras de Sociedad, ajenas por completo a las angustias y sacrificios del hogar proletario.”
El Plan Cóndor en Bolivia: La Ofensiva Contragolpista Frente a la Democracia
El segundo momento del Plan Cóndor en Bolivia se desencadenó tras la derrota política de la dictadura de Hugo Banzer en diciembre de 1977. Este revés fue producto del avance de las clases populares y, en particular, del triunfo de la huelga de hambre iniciada por cuatro valientes mujeres mineras (Luzmila de Pimentel, Nelly de Paniagua, Aurora Villarroel de Lora y Angélica de Flores), esposas de dirigentes sindicales mineros, junto a sus 14 hijos. A esta acción se sumó Domitila Barrios de Chungara, masificando la protesta que, finalmente, arrancó al dictador la amnistía general e irrestricta para todos los exiliados políticos y sindicales, además de la convocatoria a elecciones generales para mediados de 1978.
Este triunfo popular representó una grave amenaza para el poder político de los militares, pues ponía en riesgo todo su aparato de represión. Los crímenes y violaciones a los derechos humanos perpetrados podían quedar expuestos ante un gobierno civil de orientación progresista o de izquierda. En consecuencia, los represores, tanto autores intelectuales como materiales, corrían el peligro de ser juzgados y castigados. Pero, más allá de eso, el propio sistema de dominación política y su patrón de acumulación económica –ya infiltrados por el dinero del narcotráfico– corría el riesgo de ser evidenciado ante la opinión pública nacional e internacional.
La sucesión fraudulenta del general Juan Pereda, el golpe de Estado del coronel Alberto Natusch Busch en noviembre de 1979, y el golpe de Estado del 17 de julio de 1980 –en cuyo transcurso fue asesinado el líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz–, fueron la violenta respuesta del Plan Cóndor a la ofensiva democrática del pueblo boliviano y de sus legítimos representantes políticos y sindicales.
Estrategia de Terror y Allanamientos para el Golpe de 1980
Los servicios de inteligencia y represión de la dictadura se mantuvieron intactos durante la apertura democrática y los dos años de intensa pugna entre la izquierda y la derecha. Los militares represores, apoyados por los mismos agentes civiles y policiales que habían trabajado en tareas represivas en años pasados, llevaron a cabo una serie de acciones de sabotaje e intimidación contra la población en general. Su propósito era generar un clima de inseguridad y terror colectivo, atribuyendo el caos y la anarquía a la supuesta acción de los dirigentes políticos y sindicales de izquierda.
Entre agosto de 1979 y julio de 1980, sucedieron varios actos de terrorismo: explosiones en lugares públicos, atentados contra actos políticos masivos, golpizas a militantes de diferentes partidos y otras acciones violentas. El golpe de Estado del coronel Natusch Busch, en noviembre de 1979, dejó alrededor de 500 víctimas entre muertos, heridos y desaparecidos solo en la ciudad de La Paz.
Como parte de esta estrategia de violencia y conspiración previa al intento de golpe de Estado del 17 de junio de 1980, diversos actos terroristas ocurrieron en varias ciudades del país. Las organizaciones políticas y sindicales populares fueron hostigadas de diversas maneras. Personalidades como Hernán Siles Zuazo y Jaime Paz Zamora (líderes de la Unidad Democrática y Popular, UDP); Marcelo Quiroga Santa Cruz (acusador de la dictadura de Banzer e impulsor de un juicio de responsabilidades); Aníbal Aguilar Peñarrieta (exministro de Estado); y el sacerdote jesuita Luis Espinal (director del semanario Aquí, asesinado por paramilitares en marzo de 1980), entre muchos otros, fueron objeto de amenazas que se tornaron cada vez más violentas y frecuentes con el paso de los meses. De esta forma, se allanó el camino hacia el sangriento golpe de Estado encabezado por Luis García Meza y Luis Arce Gómez en julio de 1980.
Los protagonistas que cumplieron funciones de perseguidores, carceleros, torturadores, violadores, masacradores y asesinos, fueron los mismos personajes del primer momento y de toda la época de la dictadura militar iniciada por el general René Barrientos en 1964. Las técnicas de represión fueron perfeccionadas bajo asesoramiento norteamericano. Además de la experiencia de la CIA en estos trabajos, los aparatos represivos se fortalecieron a través de las redes de cooperación criminal que se habían extendido a casi todos los países del Cono Sur, incluyendo a Brasil y Perú como nuevos participantes de la Operación Cóndor.
Testimonio de Carmen Murillo: El Despertar Político de las Mujeres Bolivianas
Carmen Murillo relata un cambio fundamental en el papel de las mujeres en la política boliviana a partir de mediados de los años sesenta. Según su testimonio, lo que antes era una participación mínima y esporádica, con solo “una que otra militante de los partidos”, se transformó en una incorporación masiva a la vida política a partir de 1965.
En este periodo, Murillo observa que la mujer comienza a mostrar un interés activo en resolver los problemas del país, como la pobreza, la injusticia y la injerencia del imperialismo norteamericano. “Las mujeres empiezan a discutir esos temas que no eran antes nuestro tema de conversación,” afirma. Este despertar se vio influenciado también por la guerrilla del Che, que despertó en muchas el interés por la vida política, y por el “efecto de mayo del 68,” refiriéndose probablemente al impacto global de los movimientos sociales de esa época.
10/04/2025
Resumen de los golpes de Estado llevados a cabo en Bolivia
Movimiento de Mujeres Libertad (Bolivia)
Comisión de la Verdad